Quien no estuvo, se lo perdió
por firmm Team
Texto: Janine Stadelmann y Jasper Linnewedel (voluntarios de firmm), fotos: firmm
Después del puente de Semana Santa el viento empezó a soplar muy fuerte. La mayoría de los días el viento y el oleaje en Tarifa fueron demasiado fuertes para poder salir a la mar. Durante este tiempo realizamos algunas salidas en la bahía de Algeciras porque esta más protegida del viento. En esa bahía se encuentran sobre todo delfines comunes y listados y efectivamente llegamos a ver a ambas especies. No obstante se pueden imaginar el alivio del equipo y también de los clientes cuando por fin mejoró el tiempo y pudimos volver a salir desde Tarifa. En seguida el firmm-Vision fue traído de vuelta desde Algeciras por la tripulación y se reanudó el servicio regular. Así volvimos por fin, tras casi una semana de vientos fuertes, cielos grises y lluvias, al barco. Lo que echamos en falta durante las salidas en Tarifa fueron avistamientos de calderones. Solamente en la primera salida de esta temporada tuvimos la suerte de encontrarlos. Desde entonces no hubo señales de su presencia en ninguna de las pocas salidas durante todos los días festivos, de las cuales algunas también habían sido desde Tarifa.
El 25 de abril 2017 se dio la charla informativa con un cielo todavía gris y algo de viento, pero en el puerto ya se apreciaba una diferencia con la semana pasada. El agua apenas se movía y no había ni punto de comparación con las olas que azotaban la semana anterior incluso dentro del recinto portuario. Pero sobre todo el viento, que había lanzado el agua por encima de los muros de 5-7 metros, había bajado considerablemente. La emoción por la salida se notaba ya en el puerto.
Algún tiempo después de haber salido con rumbo a Marruecos se vieron unos delfines mulares con crías que nadaron muy cerca del barco. Poco después contemplamos como se sumergió el primer cachalote de esta salida. Pero más grande aún fue la alegría cuando se vieron los primeros calderones después de tanto tiempo.
Primero aparecieron Zackzack y Franzfin acompañados de delfines mulares. Ambos nadaron tranquilos a cierta distancia del barco en la misma dirección que el firmm-Vision. Zackzack, uno de los animales identificados por la fundación, es fácilmente reconocible por su aleta dorsal. Había sido herida hace algunos años y ahora tiene una forma muy particular.
Al alivio por el hecho de que los calderones habían vuelto tras una ausencia prolongada, le siguió la alegría por otro avistamiento de cachalote. Y como si la excursión no hubiese sido todavía lo suficientemente espectacular, aparecieron poco después más calderones que nadaban paralelos al curso de nuestro barco. Cuando Katharina anunció a los animales, cambiaron su rumbo. Hicieron un giro de 90 grados y nadaron directamente hacía el barco. Baby Hook, Pedro y Edu, también identificados, se acercaron mucho al barco para darles la bienvenida a Katharina y los demás visitantes después de la larga pausa del invierno. El silencio en el barco fue indescriptible y la serenidad que irradiaban los calderones invadió a todo el barco. A menudo hay un silencio casi ceremonial cuando logramos ver a estos animales, incluso cuando hay muchos pasajeros a bordo. Fue un encuentro muy especial y se notaba lo conmovedor que fue para todos a bordo. Pasaron los minutos en los que los calderones flotaban orientados hacía el barco para darnos la bienvenida.
Baby Hook estuvo tan cerca, que parecía que tocaba el barco. Qué reencuentro tan maravilloso, fue un alivio saber que los calderones habían vuelto y que se encontraban bien. Katharina ya se había preguntado donde estaban. Quizás, pensaba, habían reaccionado a un terremoto que tuvo lugar en la zona, o habían ido a buscar un lugar más protegido para no estar tan expuestos al vendaval que nos impidió salir en barco. Tras aquel encuentro nos esperaba otro cachalote y pudimos admirar su aleta caudal al sumergirse. Sin lugar a duda comenzamos el camino de vuelta a casa de buen humor, con la ilusión de tener muchos encuentros más como estos.
Yo fui el guía de la segunda excursión del día a las 13:00 horas. Fui con mucho ánimo y euforia a nuestro barco, el firmm-Vision. Cuando me crucé con el grupo de turistas anterior pude oír que aparte de calderones y delfines mulares, se habían vuelto a ver cachalotes. El barco abandonó el puerto y el cielo se despejó. No había tenido una salida tan tranquila en las primeros tres semanas que llevaba en Tarifa. Que el barco apenas se moviera se notaba también en las caras de los turistas, que sonreían en vez de teñirse de un color ligeramente verdoso, como ocurre algunas veces con tiempo más adverso. A diferencia de otros viajes, al abandonar el puerto no giramos hacía la izquierda, sino hacía la derecha, es decir en dirección oeste, apuntando al Atlántico. Tras aproximadamente 30 minutos el barco aceleró de repente y volvió a frenar. Entonces los marineros fueron llamados a la cabina del capitán y surgieron comentarios de que se había visto algo poco habitual. Cuando Javier, uno de ellos, volvió a salir, me dió a entender que se trataba de un rorcual común y que ahora sólo quedaba esperar a tener la suerte de que volviera a emerger para respirar. También algunos de los turistas llegaron a oir su soplo y la noticia se propagó por todo el barco. Se notaba la tensión y excitación, ya que muchas personas se habían colocado junto a las ventanas con sus cámaras a mano. Tras otros cinco minutos el barco volvió a acelerar de repente y se escuchó a Katharina: “Rorcual común a las once, muy lejos”. El barco se inclinó, porque todas las aproximadamente 80 personas corrían hacía el lado izquierdo. Pero precisamente para eso se construyó el firmm-Vision, para rendir al máximo hasta en situaciones complicadas. Manteniéndome en un segundo plano, escuchaba muchos “Aaaahs” y “Ohhhhs”, pero sólo logré ver el soplo durante una fracción de segundo antes de que volviera a sumergirse. Sin embargo se veían también delfines mulares juntos al raro rorcual común, que lo acompañaban y que emergían y buceaban cerca de la ballena. Cuando la atracción principal, es decir el rorcual común, volvió a sumergirse, tocó de nuevo esperar porque suele bucear unos ocho minutos tras su pausa para respirar mientras sigue avanzando. Es bastante difícil para el capitán, quien debe calcular la velocidad y dirección aproximada del rorcual común que sigue nadando sumergido, para esperarle ahí donde la ballena de hasta 22 metros podría volver a aparecer en la superficie. Tras unos minutos en los cuales se podía admirar a los delfines mulares que se habían apartado del rorcual, el barco volvió a acelerar y supusimos que el segundo animal más grande del mundo había vuelto a mostrarse. Resultó ser verdad cuando Katharina exclamó con voz eufórica: “¡Rorcual común a las tres!” Los turistas, armados con cámaras fotográficas, se pasaron ahora al otro lado y se repartieron las ventanas y demás sitios entre ellos. Ahora también yo pude ver al animal gigante; se deslizaba a unos 20 metros del barco, por el agua de un color azul intenso. Se elevaba, se veía su espiráculo, su aleta dorsal y su inmensa espalda y se volvía a sumergir. Éste juego se repitió otras tres o cuatro veces antes de que desapareciera de nuevo bajo el agua. Cuando había concluido el espectáculo y todos los pasajeros habían vuelto a sus asientos, contemplaba las caras felices y fascinadas, sobre todo por el raro avistamiento de un rorcual común. Llegó el momento de dejar que la única ballena con barbas que se suele ver regularmente en el Estrecho de Gibraltar siguiera sola su camino y dedicarnos a otra especie.
Tras unos 20 minutos encontramos a otro grupo de delfines mulares. Unos 10-15 animales daban vueltas alrededor del barco y observaban a los pasajeros con gran interés. Algunos se lanzaron fuera del agua, hicieron saltos espectaculares para los visitantes y gozaron de su atención y sus aplausos. Tras unos minutos los delfines siguieron su camino y nosotros decidimos no seguirles, sino probar suerte en otro lugar.
Luego nos desplazamos hacía la costa marroquí. Pronto se veían a lo lejos unas aletas negras subiendo y bajando. Cuando el barco se acercó resultaron ser los calderones. Se movían con una serenidad absoluta en las olas y parecía que no notaban nuestra presencia. La pequeña familia de calderones compuesta por unos 5 animales se acercó tanto al barco que pensamos que iban a chocar contra él. Pero poco antes de llegar se sumergieron y volvieron a subir a la superficie por el otro lado, donde se dejaron admirar. Tras un tiempo maravilloso y fascinante de hora y media tocaba despedirse de las ballenas y comenzar el camino de vuelta a casa. Pero en el trayecto nos esperaba otra pequeña sorpresa. Unos veinte minutos antes de llegar a Tarifa, cuando todo el mundo estaba ya sentado en sus asientos disfrutando del sol y el panorama, otros dos calderones se acercaron al barco. Katharina volvió a indicar hacia donde se podían ver, pero esta vez no se sacaron las camaras, sino que se disfrutaba simplemente de los animales. Resultó que uno de los animales fue “Ponce”, un animal conocido por firmm desde el año 2012.
De vuelta en el puerto recibimos muchos halagos por la excursión, que también para mí fue y seguirá siendo una salida impresionante y muy destacada. Ver a estos maravillosos y amables animales en libertad y sentir la conexión que establecen con nosotros los humanos, y que muestran interés por nosotros, es una sensación única que deja sin aliento.