Una tarde especial con Mathilda y su bebé
por firmm Team
Texto: Brigitte Achatz, plantel de firmm; fotos: firmm
El 21 de junio y siendo una tarde algo fresca para el comienzo de verano, partimos desde el puerto de Tarifa con nuestro barco firmm-Spirit para un viaje de dos horas para observar ballenas y delfines. La mar estaba tranquila y prometía ser una salida agradable. Pasados unos 20 minutos, Katharina anunció por micrófono que había visto calderones comunes. Habíamos observado al grupo durante unos minutos cuando Katharina nos comunicó con alegría, que había visto a otro grupo de calderones comunes entre los cuales se encontraba Mathilda con su bebé de aproximadamente una semana de edad.
La alborozo fue grande al verlos, ya que habíamos descubierto al cachorro hacía una semana, cuando tenía apenas dos días de edad. En aquel momento no parecía que estuviera bien, aparentemente tenía dificultades para subir a la superficie a respirar. Dos calderones adultos tenían que ayudarle fijándolo entre ellos y elevándolo para apoyar su esfuerzo de emerger. Ahora sin embargo estaba vivito y coleando al lado de su madre. Pudimos confirmar con alivio que nadaba sin problema con ella y se mostraba con frecuencia en la superficie para respirar, regocijando a los pasajeros a bordo del Spirit. Pudimos distinguir claramente las franjas de nacimiento, arrugas transversales en la piel, que dejan entrever que el cachorro tenía pocos días de edad.
Mathilda volvió varias veces al barco con su bebé. Nos daba la impresión que quería mostrarnos llena de orgullo su cachorro, probablemente su primogénito. Pudimos observar al chiquitín durante un largo rato en el que el grupo de calderones permaneció cerca del barco. Fue excepcional observar como parecían buscar nuestra cercanía. Se alejaban del barco solo para volver al poco tiempo, regocijando repetidamente a los pasajeros. Bucearon por debajo del barco y nadaron a lo largo del mismo para asegurarse que todos a bordo tuvieran la oportunidad de admirar y fotografiar al pequeño.
Los calderones repitieron las vueltas alrededor del barco unas 6 veces. Cuando se había terminado el tiempo disponible no pudimos alejarnos por temor a dañarlos con las hélices como explicó Katharina a los pasajeros. Por eso nos quedamos hasta que al final 6 calderones rodearon al cachorro por nuestra popa, mientras que el pequeño jugueteaba entre ellos mostrando su barriga.
Luego de este espectáculo final que dejó una sonrisa dibujada en los labios de todos los pasajeros, que miraban satisfechos las fotos en sus cámaras (motivos fotográficos por cierto hubo muchos del pequeño), llegó la hora de despedirse de los cetáceos y volver a Tarifa. Otra vez los calderones comunes nos brindaron una tarde inolvidable y nos mostraron que confían en nuestro barco y a veces parecen aceptarnos como amigos.