Investigación invasiva - Capítulo 1

por Jörn Selling

Texto: Jörn Selling, Biólogo de firmm

Investigación invasiva se llama a toda investigación para la cual es necesario penetrar en el objeto de estudio, por ejemplo mediante bisturí o clavándole transmisores a los cetáceos. La forma más extrema de investigación invasiva es la que les cuesta la vida a los animales de laboratorio.

Muchos descubrimientos se han hecho gracias a la muerte de muchos animales en laboratorios. En países civilizados hoy día se intenta evitarlo utilizando cultivos celulares o modelos digitales tridimensionales.

Para hacer investigación invasiva se requieren permisos, los cuales no se facilitan sin más cuando se trata de especies amenazadas. Esta temporada tenemos en el Estrecho de Gibraltar a un grupo de investigadores que hace años se encuentra estudiando a los cetáceos de la zona. En 2007 consiguieron el permiso para usar ballestas para extraer biopsias de piel para estudios de isótopos y análisis genéticos. Que ¿coincidencia? que al final de esa temporada estalló una epidemia de Morbillivirus, que le costó la vida a una buena parte de la población de calderones comunes. Una de las causas que se manejan en el mundo científico para tal evento es el estrés. Ese mismo año además se finalizaron las obras del “Tánger Med”, uno de los puertos de profundidad más grandes del norte de África y los avistadotes de ballenas aportaron su buena parte también.

Este año los científicos del mismo grupo han tenido la “magnífica” idea de clavarles radiotransmisores a las aletas dorsales de los calderones comunes. Así los pueden localizar más rápido a la hora de hacer estudios sobre “quién nada con quién” para analizar las relaciones sociales. Esto no es nada divertido para los cetáceos, a pesar de que los científicos aseguran que “prácticamente ni se enteran”. Hace una semana paramos nuestro barco cerca de un grupo de calderones que estaba siendo acosado con una vara larga para clavarles los transmisores y los animales aprovecharon la oportunidad para esconderse detrás de nosotros…

Mayormente las heridas cicatrizan, pero no siempre todo va bien. Un calderón al que llamamos Gonzo tiene una necrosis bastante fea en el lado derecho de la base de la aleta dorsal a pesar de que el transmisor se le ha clavado del lado izquierdo. La aleta dorsal está comenzando a caer hacia la derecha. Se puede argumentar como se quiera, pero la sospecha de que se deba al método invasivo de investigación es fundada.

Gonzo Gonzo

También a Edu, un calderón que frecuentemente se encuentra en el grupo del pobre Curro, le fue clavado un transmisor. Nos causó gran desconcierto y bastante rabia el hecho de que se esté molestando a un grupo, en el cual uno de sus miembros se encuentra luchando por sobrevivir desde hace varios años.

Edu

El director del grupo científico considera que la vida de un cetáceo no vale mucho mientras se garantice la supervivencia de la especie. Eso podrá ser cierto en un cardumen de peces, aunque también allí se ha descubierto que hay peces con diferente carácter. Hay algunos más audaces y otros más cautelosos y cada tipo cumple una función importante. En el caso de los cetáceos, con su vida social compleja, su desarrollo de cultura, la utilización de nombres (por lo menos por parte de los delfines) y su carácter individual, no comparto ese punto de vista. No me encuentro solo entre investigadores, hay esfuerzos de la Comisión Ballenera Internacional para analizar en que medida la muerte o el acoso de algunos individuos puede afectar las probabilidades de éxito de supervivencia del grupo.

Curro

Me parece muy cuestionable privar a animales inteligentes de su derecho de ser considerados como individuos a la hora de “manejar” sus poblaciones. Justamente los animales de más edad, con más experiencia en la lucha por sobrevivir, hacen un gran aporte para el éxito del grupo. Creo que es hora de preguntarnos cuanto tiempo seguiremos considerando a los animales solo como fuentes de proteínas u objetos de estudios y a dónde nos va a llevar esa filosofía.

Seguiremos de cerca la evolución de Gonzo y los demás que tienen transmisores clavados y actuaremos en caso necesario, para procurar algo más de paz para los cetáceos del Estrecho en el futuro.

Aquí pueden acceder a la segunda parte de Eleonore Op de Beeck.

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